Hay muchos tipos de ayuno. La Iglesia católica habla del ayuno indicando que es una obligación de todos los fieles definiendo como tiempos penitenciales “todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma” (n. 1250).
Aunque prescriba que el “ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo” esto no significa que sólo haya que hacerlo esos días, sino que en esos días es importante que se dé una comunión eclesial en el ayuno y la abstinencia. Pero es una práctica espiritualmente sana y promovida también durante todo el año. Como escribió San Juan Pablo II en Evangelium Vitae (n.100):
“Jesús mismo nos ha mostrado con su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y más eficaces contra las fuerzas del mal (cf. Mt 4, 1-11) y ha enseñado a sus discípulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo (cf. Mc 9, 29). Por tanto, tengamos la humildad y la valentía de orar y ayunar […]”
En cuanto al tipo de ayuno, propio de la Iglesia, es propio el hacer una comida normal al día y las otras dos muy frugales, aunque se puede repartir esa comida en tantas veces como se estime oportuno a lo largo del día. No es un ayuno especialmente fuerte, y además “el agua no rompe el ayuno”.
El ayuno completo, sin embargo, es bastante más duro. Consiste en no comer ni beber (antiguamente la Cuaresma de los cristianos era así los 40 días). También hay quienes comen y beben antes de salir el sol y después de ponerse (típico del Ramadán de los musulmanes, que tomaron de nuestra Cuaresma), o el ayuno de sólo fruta (que, parece que no, pero también cuesta).
En cuanto a la duración del ayuno, varía bastante. Lo típico en la tradición cristiana y judía han sido siempre dos días a la semana, pero los hay también más ascéticos y penitenciales de 7, 21 y 40 días e incluso los que no tienen fecha de fin, esperando a que el Señor revele cuándo “entregarle” el ayuno, es decir, cuándo terminarlo.